El Sevilla ganó en Málaga al colista. Su fútbol, sin embargo, deja mucho que desear. Las bajas prestaciones de un equipo que aspira a la cuarta plaza se deben a diversas causas. En especial, a la diferencia que existe en su plantilla entre los titulares y los que completan el grupo. Montella salió en La Rosaleda con seis caras nuevas y al Sevilla lo salvó una gran acción entre Nolito y Correa en el primer tiempo que le acabó dando tres valiosos puntos. Además, los jugadores del Sevilla parecen cansados, sin la chispa necesaria ni la contundencia debida ante un rival inferior. Por eso, a pesar de su triunfo, el partido de los de Montella fue muy malo. Esencialmente, por la ausencia de instinto matador en un equipo preparado para altas cotas. La inocencia del Sevilla es incompatible con la elite. El problema es que esa virtud no se fabrica de una semana a otra. Es un defecto de serie en un grupo que dejó vivo al Málaga después de hacerle un buen gol. Jamás huele la sangre el Sevilla, que con un segundo tiempo frío y casi pasota jugó con fuego, aunque no se quemó.
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