lundi 1 janvier 2018

Toda la presión para los grandes del deporte en 2018

Los deportistas que triunfan, como los ejecutivos de las grandes empresas, están malditos: cada victoria, cada ganancia, no es sino la obligación de triunfos posteriores, de beneficios multiplicados. No hay ciclista que no gane un Tour o una Vuelta al que no se le demande, el mismo día de su podio, ¿bueno, y el próximo año el quinto, o la sexta o lo que toque, no? Muchos humanos estarían tentados de mandar a paseo sus obligaciones, si no fuera porque sus victorias son fruto inevitable de su gen de campeón, de su ambición sin límites que les confiere un carácter casi sobrehumano. En sus genes está grabada una frase: solo la victoria cuenta. Y ello les toca también a los nuevos, a los que llegan, a los Mikel Landa o Jon Rahm, que deberán esforzarse para que los aficionados crean que no se han equivocado en sus predicciones. “¿No me estarán exigiendo ganar el Tour ya?”, se pregunta Landa, el ciclista de 28 años al que toca llenar en el corazón de la afición el hueco de Alberto Contador, tocado ya por el vértigo de la responsabilidad ante una afición que no perdona.

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