Nada, nada, que lo de Valencia no fue nada, no vayamos a creer ahora que el muerto aún respira. Veníamos del entierro del Madrid y aprovechamos para, una vez dadas las condolencias a familiares, amigos y compañeros de trabajo, asistir en directo a la crucifixión de Zidane, que era ¿recuerdan? aquel entrenador que había batido todos los récords conocidos al frente del Madrid. Uno, en su más miserable condición (aunque de miserias hablaremos luego), estuvo tentado de ponerse a la cola de los que, una vez el técnico francés había dejado de sonreír en la cruz, aprovechaban para clavarle una lanza en el costado. Pero el cupo de articulistas que esperaban su turno estaba cubierto. Así que este su seguro servidor volvió sobre sus pasos y acudió a un lugar de quietud y reflexión, con la barra a un lado, para dar forma a los pensamientos que aquí quedan expuestos.
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