Kyle Stephens se lo dijo a sus padres. Larissa Boyce a su entrenadora. Amanda Thomashow a un médico. A la primera no la creyeron, a la segunda le dijeron que estaba confundida, y a la tercera que meterle los dedos en los genitales no era algo “sexual”. Así fue como Larry Nassar, el mayor depredador sexual del deporte estadounidense, creó un universo oscuro en el que durante más de 20 años abusó de menores y jóvenes mujeres. Durante ese tiempo, la Federación de Gimnasia de Estados Unidos y la Universidad Estatal de Michigan protegieron al reconocido doctor, desoyendo queja tras queja y defendiendo la reputación del médico del equipo olímpico estadounidense, donde también abusó de estrellas como Simone Biles o Aly Raisman. Esta semana, sus 156 víctimas acabaron con años de sufrimiento y tumbaron a su monstruo. Sus testimonios agitan ahora las estructuras de un deporte que ha brillado a costa de sus deportistas.
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