Un oro al final del túnel. Un oro para toda una vida. Un oro que puede marcar una época. España superó a Suecia tras una remontada fulgurante que la redimió de todos sus sufrimientos en el primer acto y que le congracia con la historia del balonmano tras haber perdido las cuatro finales que había disputado en el Europeo. A la quinta fue la vencida. Y fue un triunfo con todas las de la ley. Un triunfo de todo el equipo, empezando por su entrenador, Jordi Ribera, que acabó haciendo buenas todas sus estrategias. La final, en cualquier caso, tuvo un nombre propio, el del guardameta español de origen serbio, Arpad Sterbik. Pletórico a sus 38 años, se constituyó en un muro contra el que se estrellaron un montón de ataques suecos.
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