El balonmano español atravesó una nueva dimensión en el Arena de Zagreb. Desmanteló a la selección de ensueño francesa en una actuación para la posteridad. El equipo de Jordi Ribera actuó con un aplomo asombroso, segurísimo en su plan estratégico frente al rival más exigente posible. Rozó la perfección, recogió la cosecha de un campeonato en el que sufrió de lo lindo y se ganó el pase a la final con el espaldarazo del brillante juego con el que atornilló a Francia.
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