Lo suelta con la misma naturalidad con la que podría pedir un café y con la que se ha propuesto y ha conseguido un montón de gestas. “Yo era un pipiolo y algo tenía que hacer. Tenía que inventarme algo para tirar por encima de mis hermanos. Salió solo y aún funciona”. Así de simple describe Juan Carlos Navarro el tiro que se sacó de la manga cuando era un mocoso. Se trataba de superar a sus hermanos, siete y once años mayores que él y entonces mucho más altos y fornidos, en las pachangas que jugaban en la canasta de su casa en Sant Feliu de Llobregat, muy cerquita de Barcelona.
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