Un estadio nuevo, una institución alejada de no tan lejanas penurias, un equipo que desde la llegada de Simeone ha dado más alegrías que desazones, pero la hinchada del Atlético es el valor más estable y fiable del club. Lo fue cuando la entidad se tuvo que bajar al barro y digerir al agravio de la Segunda División durante dos temporadas. Fueron los tiempos en los que emergió la figura de Fernando Torres. Más de 15 años después, al tronar su nombre por la megafonía, aún se le agradece que en aquella época oscura e infernal cargara con ser el símbolo y la esperanza de la grada cuando era un niño. Esa hinchada que respeta tanto la identificación con el escudo, en esta era dulce, también es la mayor capital del Atlético.
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