La pregunta era recurrente en el paddock de Brno. ¿Qué sabes de Nieto? El gesto, lógicamente de preocupación y tristeza, se tornaba mucho más amable cuando a uno se le requería por un recuerdo o anécdota del mito. Las hay a centenares. De cuando corría y de todos esos años en los que, como decía Márquez, ya no tenía necesidad de venir a los grandes premios. Pero lo seguía haciendo. Por pura pasión. Tenía devoción por las motos, admiraba a los pilotos y sus ganas de vivir eran tales que compartió infinidad de momentos con los nuevos ídolos del Mundial, como si fuera uno más de entre sus colegas.
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