La gran preocupación y el mayor quebradero de cabeza del Real Madrid en los últimos años se escapaba de lo deportivo. No se trataba de esquemas, de jugadores o de técnicos. Ni siquiera de títulos. La gran kriptonita del club blanco se encontraba en los continuos problemas musculares, imposibles de frenar, que convertían la enfermería de Valdebebas en una pasarela por la que rara semana no desfilaba uno u otro jugador. Pero este año, hasta Bale, que era uno de los que más la frecuentaba, había conseguido escapar de los habituales pinchazos en el sóleo que tantas veces cortaron su despegue.
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