jeudi 3 novembre 2016

Aduriz desata la locura en San Mamés ante el Genk

El que siempre está, está vez tampoco se había ido. Acostumbra a llegar a tiempo. A veces se arrebuja, como los pinos, entre los defensores, los olfatea, les mira a los ojos, para saber cuándo miran para otro lado y encontrarles el rincón de las agujas. El que siempre está, o sea Aritz Aduriz, acostumbra a abrir la puerta cuando su equipo toca el timbre. Y la abrió a los ocho minutos por el pasillo que le indicó Raúl García con una asistencia de cabeza: la adivinó, la convirtió en gol, chocó con el portero y con el poste, como en los viejos tiempos. Y luego la insolvencia defensiva del Genk y la solvencia (llámese atrevimiento) de un árbitro inglés le ofertaron tres penaltis que el que siempre está, y lejos de irse permanecía eléctrico en la fiesta, los convirtió cambiando de llave: el primero a media altura a la derecha del portero; el segundo raso a la izquierda de Bizot; el tercero, con paradinhalegal y ajustado al poste.

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