El 4 de junio de 2014, a falta de una semana para el inicio del Mundial de Brasil, un potente equipo de adolescentes seleccionados entre lo más atlético del Corinthians de Sao Paulo alcanzó la final del Mundialito de Clubes Sub-17 disputado en Colmenar Viejo. Los brasileños estaban tan fuertes que más que correr, araban la cancha. Pero los que se adueñaron del balón fueron los otros. Dirigido por Álvaro Fidalgo, un canijo que no paraba de tocar y moverse, el Madrid culminó su obra con un gol de tacón, sutilmente señalado por un cabezón engominado de nombre Borja Mayoral, Borjitapara sus mayores en Valdebebas.
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