La canasta del año, la que obtuvo Sergio Llull el domingo en Valencia desde más allá del centro de la cancha ¿fue un churro o un compendio de técnica, coordinación, determinación y puntería? El propio Llull afirmó a pie de pista: “La verdad es que ha sido un churro”. Luego, en frío, matizó. Enviar el balón al cesto desde 20,2 metros en un vuelo en parábola que duró 2,16 segundos para decidir el partido entre el Valencia y el Real Madrid (94-95) fue un prodigio tras el que se esconde algo más que simplemente la suerte.
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