Jorge Valdano decía ayer aquí que la mesa histórica de los grandes del fútbol está ocupada, por orden de aparición en el firmamento, por estos astros: Alfredo Di Stéfano, Pelé, Johan Cruyff y Maradona. Es curioso: todos tienen un sitial en ese frontispicio de la gloria, y nadie le va a disputar en el futuro a ninguno el mérito que contrajeron a lo largo de sus respectivas biografías. Pero ninguno de ellos le ha dado nombre a un estadio; todos tienen sus jugadas marcadas a fuego en la memoria de los aficionados, porque inventaron una manera de hacer o una forma de ser; no hay quien le dispute a Di Stéfano su velocidad para ser todos a la vez en un campo; es difícil decir de Pelé algo que no sea admirativo; Maradona compitió consigo mismo para ser peor, pero ni así logró rebajar su genio; y a Cruyff ya le hemos puesto muchos laureles antes y después de su lamentable, y tan temprano, fallecimiento.
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