El olor a gasolina se mezcla con el aroma a pollo frito, hot dogs empanados y arepas —versión gringada, que dicen los latinos—. El calor tropical del primer fin de semana de marzo se ceba con las calles de San Petersburgo, en una península de Florida bañada por la bahía de Tampa, donde se celebra la primera carrera de la competición de monoplazas más importante de Estados Unidos: la IndyCar. La expectación es aún mayor cuando se trata de la puesta de largo de una temporada que acogerá a finales de mayo el centenario de uno de los iconos legendarios del deporte norteamericano: las 500 millas de Indianápolis.
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