Hace un par de semanas, Lewis Hamilton colgó una foto en su cuenta de Instagram en la que se le veía encaramado a una especie de tanque de seis ruedas y más de dos metros de altura que Mercedes bautizó en su día como G 6x6. El bicho, una mole de 3.700 kilos, ya no se fabrica porque, al margen de costar 358.000 euros, conducirlo requiere sacarse el permiso de camión. En aquel post, el actual campeón del mundo de Fórmula 1 preguntaba a sus 1,7 millones de seguidores si debía comprárselo o no. En la escudería alemana aseguran que aquello salió del propio Hamilton porque es él mismo quien maneja sus perfiles en las redes sociales, pero tampoco esconden las ventajas de contar con un atleta tan pendiente de sus resultados en la pista como de su imagen fuera de ella. Además de devolver el título de campeón a Stuttgart seis décadas después, el chico de Tewin también ha contribuido de forma directa en el proceso de renovación que Mercedes impulsó hace unos tres años con el lanzamiento de su nuevo Clase A, un coche fabricado para atraer a un cliente mucho más joven que el que hasta ese momento se interesaba por los vehículos de la estrella.
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