Hace dos años, existía una coletilla en el mundo del fútbol que definía a Luis Enrique como un técnico tan virtuoso en ataque como deficitario en defensa porque tanto el Roma como el Celta, sus exequipos, atacaban con todo pero encajaban más de la cuenta. Pero cuando llegó al Barça, la recuperación de la presión alta y la fiabilidad de Piqué y Bravo, sobre todo, en la retaguardia, explicaron lo contrario porque el equipo apenas encajó 0,5 goles en toda la temporada.
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