En el Giuseppe Meazza había muchas ganas de fútbol, de recibir al Barça y de ponerle en un aprieto porque el Inter sumaba siete victorias consecutivas en la Serie A, tan solo a cuatro de igualar el récord histórico que logró Spalletti en el curso anterior. En los comercios, los taxis o cualquier rincón de la ciudad se hablaba del encuentro, grande como pocos desde hacía años en la ciudad —al menos, en la mitad de la ciudad porque la otra se decanta por el Milan— porque el Inter no disputaba la Champions desde marzo de 2012 ante el Olympique de Marsella.
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