Es difícil no sucumbir al desproporcionado apetito del Real Madrid incluso para el propio Real Madrid, acostumbrado a devorarse a sí mismo cada cierto tiempo, como aquellas criaturas mitológicas en forma de reptil que mastican su propia cola. Así se representaba el ciclo eterno de las cosas pero también la inutilidad de algunos esfuerzos, que en el caso concreto del club de Chamartín podría reducirse a cierta incapacidad del resto del mundo para comprenderlo del todo. Tampoco el madridismo parece entenderse durante largos tramos del camino, pero el triunfo tiene la capacidad de disipar cualquier duda, de proporcionar certezas, y los libros de historia nos hablan de una entidad que ha ganado más que ninguna otra en el mundo, de un rompecabezas que siempre parece resolverse solo.
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