Con el objetivo de rebajar la euforia que me tiene consumido de cara al Madrid-PSG (un día habría que hablar del optimismo suicida del madridismo: tras caer ante el Leganés daban ganas de buscar hotel en Kiev), dediqué el domingo a ver aquellos duelos noventeros que nos echaron de Europa dos años consecutivos. Era el Madrid de Floro que terminó Del Bosque; la obra de Floro incluye otro entrenador para cuando lo echen: no se deja nada a la improvisación.
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