Dice el refrán que “el que avisa no es traidor”. El abogado granadino Enrique Zarza se lo había advertido en más de uno de los encuentros que mantuvieron en el hotel Nazaríes, a los pies de La Alhambra: “Quique, al final te van a detener y vas a ir a la cárcel por los 380.000 euros que le debes a mi cliente”. Corría el año 2011, Enrique Pina (Murcia, 1969), conocido en el mundo del fútbol como “Quique Pina”, era el presidente del Granada C.F. desde 2009. Pero el exjugador del Barinas, que había traído a España a jugadores como Riquelme o Saviola, ya había hecho su primera gran operación: vender el Club de Futbol Ciudad de Murcia al también empresario granadino Carlos Marsá. El conseguidor e intermediario de aquel negocio millonario fue Antonio Jiménez Zorrilla, el cliente de Zarza, que tuvo que exigir en los tribunales los 380.000 euros de su comisión. El caso llegó hasta el Tribunal Supremo, que le dio la razón a Zarza. Pero Pina se declaró insolvente y puso sus empresas y cuentas a nombre de sus padres, hermana y socios, que hacían las veces de testaferros. “Él no aparece como administrador en ninguna parte”, aseguran fuentes vinculadas al caso.
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