Ver a Lionel Messi andando, a punto de entrar en acción y dar la vuelta al partido, pero aún no, será uno de los privilegios de los que tuvimos la suerte de vivir estos tiempos. Ese andar, la aparente inacción con la que se mueve en algunos instantes por una banda, o por el centro, mientras el balón ondea en otro sitio, es un acto de inteligencia, una víspera del fuego, no muy distinta a la engañosa tranquilidad de la apertura en ajedrez, cuando las blancas mueven, por ejemplo, peón e4.
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