Se llevaban jugados tres minutos del segundo cuarto cuando Patty Mills inició una de sus habituales aventuras hacia ninguna parte, un pequeño maquinista que cree saber adónde va hasta que se le agotan el café y la vía. Es entonces, acorralado por las torres de los Nuggets, cuando decide exiliar la pelota al perímetro de un zarpazo. Ejecuta el pase a la desesperada, con la urgencia del criminal que arroja su pistola al río en medio de la huida, y por allí aparece Manu Ginóbilli para dar sentido al desastre, para convertir en vino el agua y hasta el botijo: asistencia monumental por la espalda –dos orejas, rabo y vuelta al ruedo- para Davis Bertans y canasta.
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