Si la velocidad fuera solo músculo, el corredor más fuerte sería siempre el más rápido, pero no, explicaba en una entrevista el sprinter Bruno Hortelano. La velocidad es un talento, una sensibilidad, un pie, una técnica, un instinto con el que se nace y que se entrena. Y saberlo expresar al máximo es un arte también. Esta aclaración parece de cajón, innecesaria, pero no lo es. En estos tiempos de coronación del embrutecimiento nunca está de más recordar de qué estamos hablando cuando hablamos de competición deportiva.
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