Aquel 20 de abril hubo quienes vaticinaron su adiós. Tenía una rodilla destrozada e iba camino de los 36 años, de los cuales más de la mitad habían transcurrido en el fútbol profesional bajo la exigencia de saberse una estrella. No contaban con su rebeldía, la de Zlatan Ibrahimovic. Demasiado ego como para que no fuese él quien decidiese cuándo y cómo. “Vuelvo para acabar el trabajo que empecé”, anunció cuando se supo que volvería a jugar con el Manchester United. También dijeron que lo haría en enero o como muy pronto a final de año. Lo hizo este sábado, en noviembre, menos de siete meses después de romperse el ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha. Dice su representante, Mino Raiola, que los doctores que le operaron en Pittsburgh jamás habían visto una articulación similar y que le pidieron que cuando se retire vuelva por allí para estudiarla a fondo.
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