Antonio Conte nació para defender la posición adquirida. Es su instinto. Cuando el destino le impuso emprender otras aventuras, su reacción fue cavar, encofrar, y rellenar con hormigón los viejos cimientos. De ahí el partido ilógico de Anfield, resuelto con un empate fabricado a golpe de pala. Un 1-1 planificado y estéril que sepulta al Chelsea a ocho puntos del City dejándolo prácticamente sin opciones de defender el título que conquistó la pasada primavera.
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