Las derrotas se digieren mejor en soledad, por aquello de velar el duelo en la intimidad, aunque aplicado al fútbol se le pueda dar la vuelta a este argumento. Los aficionados aplauden las glorias y castigan las derrotas, en la misma medida en la que los réditos son compartidos pero los fracasos dependen de actores concretos. En el caso del Everton, un club que esta temporada se ha gastado 158 millones de euros en fichajes (la mayor partida de sus historia y el cuarto mayor desembolso de la Premie esta temporada por detrás de City, Chelsa y United), la derrota está siendo la tónica habitual. El jueves perdió contundentemente ante el Atalanta (1-5) en la Liga Europa, y sus aficionados empezaron a dejarle claro que en ese barco puede que terminen caminando solos.
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