samedi 2 septembre 2017

Garbiñe Muguruza abraza la rutina

Octubre de 2016, Singapur. No son aún las nueve de la mañana y a unos 100 metros de altura, sobre la azotea de un hotel, irrumpe Garbiñe Muguruza tratando todavía de digerir el despertar. Tiene cara de sueño y, aunque le encanta dormir, lleva en pie un buen rato y se predispone a ir al gimnasio para machacarse los músculos durante hora y media. Mientras ella se dirige a la sala, las otras participantes de la Copa de Maestras todavía se quitan legañas y apuran el desayuno con tranquilidad. “Es lo que toca. No puedo perder ni un segundo”, dice la española, llamada tarde o temprano a hollar la cima del tenis.

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