Hay algo sagrado en el Signal Iduna Park, el respeto con el que los aficionados levantan las bufandas y cantan o susurran el You Never Walk Alone hace parecer el estadio una iglesia con sus rituales. También lo es la manera con la que la hinchada accede al estadio. A las 18.30 ya bajaban a montones de Krückenweg, la parada del tranvía más próximo al estadio. Las camionetas de hot dogs y salchichas, negras y amarillas, tienen pintados unos ladrillos en la pared del fondo, como el muro de la Südtribune, el fondo de los hinchas del Borussia. El territorio se marca desde los aledaños. El gentío va desfilando por los caminitos de acceso, rodeado de árboles, canchas de tenis y campos de fútbol de césped artificial con sus latas de cerveza en la mano. Cantando, riendo a carcajadas. Como si fuera domingo, día sagrado para el fútbol.
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