El fútbol es un juego de especialistas. Cada puesto requiere habilidades concretas. Estas cualidades suelen relacionarse con el temperamento. Los delanteros suelen ser irreflexivos, los defensas son responsables minuciosos, los jugadores de banda son proclives al exhibicionismo y los volantes no dan un paso sin meditarlo bien. En este abanico la incompatibilidad es habitual y trasciende la técnica. Muy rara vez un lateral acaba destacándose en el mediocentro, por más condiciones que le avalen. Paul Breitner, hace 40 años, hizo ese viaje. Philipp Lahm lo repitió en 2014. Esta temporada la metamorfosis más extraña corresponde a Fábio Henrique Tavares, Fabinho. Tiene 23 años y su polivalencia ha permitido al Mónaco alcanzar la estabilidad, reducir los goles en contra en casi un 40% y acariciar la Liga francesa.
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