Disputar un amistoso a estas alturas de la temporada, cuando los clubes se juegan su futuro inmediato, no es un buen augurio para ver fútbol de altos quilates, tampoco intensidad porque nadie quiere meter la pierna para lesionarse y perderse el sprint final del curso. Tanto dio que las selecciones fueran Alemania e Inglaterra, equipos de pedigrí y futbolistas ponderados, porque el partido fue un bostezo prolongado, un tostón que solo los pross, por eso de querer significarse al fin en el continente tras muchos años en el anonimato, quisieron negar. Hasta que apareció Lukas Podolski y explicó todo lo contrario porque la fiesta era suya y de nadie más. Resulta que el atacante alemán ponía anoche fin a su carrera internacional, agasajado antes del encuentro con un vídeo emitido en las pantallas gigantes del Signal Iduna Park, también con un mosaico enorme desde las gradas. Era la despedida del 10, que suma 130 encuentros con la Mannschaft, el tercero que más por detrás de Matthäus (150) y Klose (137), también el tercer máximo goleador (48), tras Klose (71) y Gerd Müller (68). Y Podolski, solo Podolski, se despidió a lo grande.
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