dimanche 26 mars 2017

El padre de Jordi Cruyff

El acto más humilde que uno puede hacer en la vida es ser hijo de Johan Cruyff y dedicarse al fútbol. Hay otros gestos igual de relevantes: pintar con el apellido Picasso, escribir siendo hijo de James Joyce, querer arbitrar como un genio cuando tu padre se llama Mateu Lahoz, hacer un decreto contra inmigrantes con el peso ilustre del apellido Trump. Así no sólo se contraviene la delicada reclamación de Freud de matar al padre o, yendo un poco más lejos, de seguir los pasos de Edipo: además de matar al padre, acostarse con la madre. Lo que se hace es prolongar un legado simbólico que se desvirtúa de forma natural: cuando uno nace a la sombra de un gigante el primer impulso es salir corriendo. Quedarse es una tarea de elegidos; quedarse haciendo lo mismo tiene un punto suicida.

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