mercredi 1 mars 2017

Cuando la altura de México hace volar la bola de golf más lejos

 La altura de México DF, más de 2.300 metros sobre el nivel del mar en Acapulco, hizo felices en 1968 a Bob Beamon, Tommy Smith o Jim Hines, que se beneficiaron de la menor presión del aire para saltar más lejos que nadie antes o esprintar más rápido. La misma razón, la menor cantidad de oxígeno que entraba en sus pulmones por centímetro cúbico de aire respecto a la que aspiraban a menor altura, hizo infelices a los fondistas, que se asfixiaban. A los mejores golfistas del mundo, que disputan este fin de semana el Campeonato Mundial en el muy exclusivo campo de Chapultepec, en las afueras de la capital mexicana, darle a la bola a 2.300 metros de altura les alegra y preocupa casi por partes iguales, como a ciclistas como Eddy Merckx y Francesco Moser, que batieron el récord de la hora en el velódromo olímpico mexicano. El jolgorio por alcanzar distancias impensables con el driver, cercanas a los 300 metros, más del 10% superiores a las habituales gracias a la menor densidad del aire, quedará contrarrestado por el temor a pasarse con los hierros en el segundo golpe, el que les permite en los pares cuatro dejar la bola en el green. El aire tan fino significa también que los efectos y la capacidad de mover la bola de izquierda a derecha mientras vuela están limitados.

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