dimanche 24 septembre 2017

Valverde, mano de santo

Hace años que el banquillo del Barcelona es el foco principal de atención, más allá de Messi y sus diabluras sobre el tapete. Guardiola era el ideólogo y hablaba por el presidente y por quien hiciera falta, hasta el punto que se consideró su equipo y no el del 10. Vilanova encogió el corazón de todos con su maldita marcha. Martino no hizo amigos ni consiguió un fútbol de salón, por lo que el runrún del Camp Nou acrecentó hasta que el técnico tomó las de Villadiego. Y Luis Enrique, visceral y poco cómplice de los medios de comunicación, convenció al Camp Nou —era extraño el día que no le vitoreaban— y hasta al plantel, pero la fórmula pareció erosionarse antes de tiempo. Ahora, sin embargo, el entrenador parece más transparente porque no reivindica su obra de autor y rehúsa cualquier lío —“yo estaba al otro lado del muro, me tengo que acostumbrar...”, replicó cuando le cuestionaron por la distancia de siete puntos sobre el Madrid— y porque no alza la voz ni impone su voluntad por decreto sino que cree en el diálogo. Y funciona de rechupete.

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