Dos contra uno. Es decir, dos etapas de alta montaña frente a una contrarreloj es lo que queda para diferenciar el sueño de la realidad. El escenario es el que había imaginado Froome, líder sempiterno (desde Andorra): llegar a la contrarreloj de Logroño para dinamitar a los artificieros de pelotón. Una contrarreloj de 40 kilómetros es para él un postre de lujo y para sus rivales, un mazapán sin agua.
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