Hace tiempo que Valentino Rossi trataba de evitar lo que, irremediablemente, pasará este próximo fin de semana. Tendrá que jugarse el título en Valencia, la última cita del calendario, algo que quería evitar a toda costa. Así lo confesó su ex jefe de mecánicos y amigo, Jeremy Burgess, en una entrevista concedida a EL PAÍS en Phillip Island hace tres semanas: “Valencia nunca se le ha dado muy bien. Además, competirá contra tres españoles en España y contra el tiempo, que empieza a cambiar en Europa. Tiene la sensación de que ganar antes de llegar a Valencia es mucho más seguro”, decía entonces el australiano. Y no se equivocaba. Al italiano, todavía líder del Mundial de MotoGP aunque con solo siete puntos de ventaja sobre Lorenzo, sometido a una enorme presión, se le han complicado mucho las cosas desde que un duelo con Márquez en Sepang acabara con el de Cervera en el suelo y con ambos en la picota. Rossi, aturdido y sancionado, tendrá que salir desde la última posición de la parrilla en Cheste, salvo que el Tribunal de Arbitraje del Deporte (al que ha recurrido) le conceda la suspensión cautelar.
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