lundi 23 novembre 2015

Pedro Sánchez, a por los indecisos de Valdaracete

Por una de esas razones que solo la sinestesia entiende, poco después de pasada la medianoche seguramente muchos de los transistores de los que escuchaban El Larguero y se reían con alegría con lo que allí se decía comenzaron a resplandecer, un fulgor rojo tomate tremendo, un in crescendo fugaz y acelerado que era el reflejo herziano no del carmín que en las mejillas de José Ramón de la Morena habían estampado las militantes socialistas de Brunete, que embelesadas ocupaban las gradas del estudio, sino del colorado que tiñó toda la cara de su hombre, de su hombretón, de Pedro Sánchez y sus apolíneos 1,90 metros de estatura, víctima de un ataque de timidez porque el presentador, al grito de “tío bueno”, le había propuesto desnudarse, despojarse de su modosa rebeca negra abrochada hasta el último botón y la reluciente camisa blanca que le deja su hermano, como antes, hace unos años, en otras elecciones, se había desnudado otro candidato, a cambio de ganar las elecciones.

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