Sucedió, al parecer, lo inevitable, lo previsible, lo que estaba escrito en el guion de antemano y lo que amenaza con convertirse en una historia monologada. Porque no hubo sorpresa ni tuvo cabida el romanticismo, lo que le hubiera gustado a buena parte del público que asistió a la gran final de los maestros. Pero no, no hubo sorpresa, de ningún modo. Ganó Novak Djokovic, el número uno, con otro ejercicio de superioridad: 6-3 y 6-4 (después de una hora y 20 minutos) a Roger Federer. El serbio, intratable, rubricó su quinto triunfo en la Copa de Maestros y puso el broche ideal a un año extraordinario, con 11 títulos en su haber.
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