En el instituto Kasukabe de la prefectura de Saitama, al norte de Tokio, el funcionario que atiende las llamadas y resuelve las dudas de los estudiantes dormía este fin de semana en un hotel de Nueva York, donde le esperaba una apretada agenda de entrevistas horas antes de buscar, en dura competencia con los atletas africanos, un puesto entre los mejores en el Maratón de Nueva York, el más multitudinario del mundo, en el que el año pasado fue undécimo. En una de ellas recibió a EL PAÍS Yuki Kawauchi, de 28 años, el corredor japonés que ha revolucionado el concepto de deportista de alto nivel: trabaja 40 horas semanales, rechaza cobrar de patrocinadores —en cualquier caso los funcionarios japoneses no pueden recibir dos salarios—, y compite cada año en más de una decena de maratones, una frecuencia inusitada en un atleta de élite, que rara vez superan los tres o cuatro al año.
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