A pesar de mover cifras de dinero vertiginosas, en su concepción pocas disciplinas hay tan igualitarias como el fútbol. Un balón, tres postes (o en su defecto dos piedras) y una pequeña explanada son suficientes. Al alcance incluso de los niños que revolotean descalzos por los campos de arroz de los humildes pueblos del delta del Nilo. Como Nagrig, donde hace 25 años nació el egipcio Mohamed Salah, el delantero del Liverpool.
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