“Gracias por tanto y perdón por tan poco”, escribió Fernando Torres en su despedida por carta de la afición del Atlético. En la frase, Torres se mide ante su hinchada anteponiendo la trascendencia de lo deportivo sobre lo simbólico. Delata, tanto cierto desconsuelo, como ambición. Hubiera preferido un palmarés más grueso que esa única Liga Europa, su última bala, con la que ha podido inmortalizar imágenes que visualizó desde la infancia. La gran atracción del fenómeno Torres en el Atlético es la veneración que ha alcanzado con tan pocas copas levantadas. Ahí se justifica gran parte de ese De Niño a leyenda que lucían sus compañeros en la camiseta. En el despacho de José Antonio Martín Petón, su representante de toda la vida, hay una fotografía que lo explica todo. Es el niño, nunca mejor dicho, animando desde la grada del Calderón.
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