Los partidos del Barça giran alrededor de Messi, por acción o por omisión, incluso cuando en el palco se sienta el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, socio del Girona, y no comparece el del Barcelona, Josep Maria Bartomeu. No es un detalle irrelevante en vistas al 1-O y menos cuando el partido llega rodeado de una notable carga simbólica por cuanto acontece en Cataluña a la vista de España. No se habló anoche de Puigdemont, ni de Bartomeu, sino del Barça sin Messi. El encuentro resultó muy sencillo para los azulgrana y una tortura para los rojiblancos, que se condenaron con dos jugadas de párvulos y un tercer gol de Luis Suárez, las tres aprobadas por el 10.
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