Julen Lopetegui vio a Isco meter el 1-0 ante Italia, de golpe franco, el sábado en el Bernabéu, cerró los ojos, y mientras la multitud estallaba de júbilo, se giró hacia su banquillo con un gesto de abatimiento. España acababa de anotar el gol del año pero su seleccionador no parecía un hombre feliz. Le inhibía un agobiante sentimiento de responsabilidad.
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