En el vecindario de Liechtenstein, de 35.000 habitantes, hubo un simulacro de fútbol, no un partido. España se tomó con cierto rigor el recreo y no hizo nada del otro mundo para un equipo de su rango: golear a la selección 190 del mundo, un puesto por delante de Yibuti. Para la Roja, que a falta de medirse con Albania e Israel está a unos centímetros de Rusia 2018, fue un encuentro playero. Una cita ferial para alimentar el debate sobre la conveniencia de que conjuntos que ni siquiera alcanzan el grado de teloneros disputen una liguilla previa entre sí y descarguen los calendarios. La FIFA aduce la universalidad de este juego y no admite la criba, aunque países como Liechtenstein jamás podrán consagrar el fútbol por mucho ánimo que pongan en cada zurra que se llevan. Eso sí, tienen voto en los congresos rectores del fútbol mundial.
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