dimanche 20 décembre 2015

El Athletic supera el ‘síndrome del colista’

Cada cual tiene sus clásicos espirituales. En San Mamés son el viento sur, el barrillo —ya en desuso— y el síndrome del colista. El primero depende de la meteorología; el barrillo lo ha borrado la tecnología; el tercero se produce cada año una o varias veces según las fluctuaciones de la clasificación y es el que peor se le da al Athletic. No se sabe si por un pecado de superioridad o por una virtud de caridad. El Levante llegaba a la Catedral con el peso que ejerce la clasificación cuando se te cae encima por completo. Así que se puso el casco: o sea, se cubrió con una línea de cuatro defensas, un medio centro, otra línea de cuatro centrocampistas y dejó a Ghilas la mitad de San Mamés para que se desbocara a su gusto como un caballo salvaje. Algo tan sencillo no es que derrumbara al Athletic, es que le sumergió en una rutina de otoño; es decir, en un volcán apagado, pasto de turistas y selfis. Camarasa y Simao, sobre todo este ultimo, se merendaron a Beñat (por las buenas o por las malas) y la sequía le llenó de arena la garganta al Athletic. Tanto se descontroló que a punto estuvo Ghilas de robarle el poco agua que tenía. Sus errores fueron imperdonables. Solo ante Iraizoz se puso a reflexionar sobre la insoportable levedad del ser y perdió el balón. Poco más tarde disparó fuera con la portería como un libro abierto.

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