Siguieron estrategias totalmente opuestas. Uno tenía muchas posibilidades de proclamarse campeón del mundo ya este domingo; el otro solo aspiraba a alargar la lucha hasta la última carrera, en Valencia dentro de dos semanas. Así que el primero corrió con la calculadora en la cabeza, pendiente de la información que le llegaba desde el muro a cada paso por meta; y el segundo dio la orden de no tener noticias del líder, quería concentrarse en su carrera, hacer lo imposible por ganar, ver el primero la bandera de cuadros, la opción más segura de ganarse el derecho a pelear por el Mundial de Moto3 un domingo más. Y lo logró. Miguel Oliveira venció en el circuito de Sepang al imponer su velocidad y su ritmo, al demostrar que le importaba poco tirar del grupo un rato y dejarse arrastrar otro poco, y al dar buena cuenta de lo que significa el trabajo en equipo, pues fue su compañero Binder quien le hizo la cobertura y lo guio en la última vuelta hacia la meta.
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