Mensaje 1. Ni el superprofesionalismo ni los superhéroes olvidan el barrio. Messi es representativo de esta idea. Para jugar al fútbol de la única forma que sabe (maravillosamente), necesita crear sociedades afectivas. Suárez es un amigo, antes que un compañero, con el que ha establecido una complicidad personal que les ayuda a jugar con emoción. La relación entre ellos con una pelota de por medio se revela cómplice, generosa y letal. Entre el tiro o el pase que cede la gloria eligen el pase, y los dos gritan los goles del otro como si fueran propios. Ausente su amigo Suárez, Messi adoptó a un niño: Ansu Fati. Nada de lo que ocurre entre los dos es forzado porque son talentos complementarios, pero como los pases de Messi hablan, es imposible no entenderlos como un mensaje. Dice muchas cosas, pero lo que se oye más claro es: “A este niño lo quiero a mi lado”. Y cualquiera contradice a Messi.
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