Un 10-1 tan justo como humillante. El domingo pasado se jugó la final de la Supercopa femenina y el resultado fue humillante, lastimoso y justo por partes iguales. Y digo lo de justo ya no por lo que se vio en el campo, que lógicamente también, sino por lo que merece el Barça por su apoyo a su sección femenina (al menos ahora porque hay que recordar que el Barça femenino tardó en crearse y durante bastantes años no pasó de ser un equipo mediocre). No quiere decir que la Real Sociedad o cualquiera de los clubes que participaban en la competición (Atlético, Levante, Barça y Real Sociedad) y que también forman parte de Primera no la apoyen, pero bastante menos. Siendo realistas, el presupuesto de cualquier equipo femenino es el salario anual de algún jugador del montón (esos que si juegan o no importa bastante poco) o una parte muy pequeña de lo que se paga por algún fichaje. Y hablo de clubes de mitad de tabla para abajo. No se trata de quitarles algo a ellos. ¿Lo generan? Entonces lo merecen. Pero tampoco hay que ser hipócritas y aplaudir cualquier apoyo “minúsculo”. Ese 10-1 en la final fue muy comentado; menos espacio se le dio a esos 30 segundos reivindicativos donde las jugadoras protestaban por la no firma del convenio colectivo. Las reuniones de dicho convenio son ya retransmitidas en YouTube y me recuerdan a los políticos en el Congreso, incapaces de ponerse de acuerdo, incapaces de dejar a un lado los intereses personales, incapaces de no faltarse al respeto. Ánimo y paciencia compañeras.
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