Cuando uno llega al último punto de partido de la penúltima ronda, el que ganas y te da definitivamente el pase, vive un momento de euforia que se prolonga hasta el día de la final. Vives cierta serenidad y dos noches en las que duermes tranquilo y con la seguridad de haber llegado al día definitivo y, por tanto, a valorar muy positivamente las dos semanas de competición.
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