La llegada a Cardiff desde el aeropuerto parece la llegada de John Wayne a Innisfree, rodeado de campos y colinas verdes, ajeno a lo que le espera en el tranquilo pueblo. Una carretera estrecha serpentea hacia la ciudad atravesando la vegetación, y cuando el viajero se da cuenta lo depositan frente a un castillo medieval levantado en el año 1000 sobre los restos de un fortín romano; un castillo con puente y foso, de torres góticas, inspiraciones victorianas y escaleras con las que Alfred Hitchock podría haberse hecho inmortal, no precisamente subiéndolas.
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